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Pro Libertate

Subvenciones y Mercado de Trabajo.

Publicado en el nº 3 de EL NORTE ECONÓMICO, mayo de 2007. 

 

Cada día cuesta más entender como aquellos que se llaman a sí mismos empresarios reclaman permanentemente de la Administración ayuda para sus empresas, cuando parece obvio – aunque seguro que no lo es – que la Administración es el mayor obstáculo para los empresarios en su camino para la creación de riqueza.

 

Ha podido leerse ya en las páginas de EL NORTE a más de un empresario asturiano reclamar más ayuda del Gobierno regional y/o de la Nación, olvidando que la libertad de empresa que les permite el ejercicio de su acción empresarial se asienta sobre la no injerencia de la Administración y de los funcionarios en la gestión del capital privado, por mucho que alguno nos recuerden permanentemente que la Constitución somete toda la riqueza nacional al interés general. ¿Y quién decide cuál es el interés general?

 

Estas reclamaciones de ayuda, y el ansia del burócrata por darlas con el fin de justificar su intervención, chocan con los datos reales, que en el área laboral han sido magníficamente expuestos por la Profesora Begoña Cueto Iglesias, en su trabajo Las Ayudas a la Contratación Indefinida en España, publicado por la revista electrónica de Economía Laboral de la Universidad de Oviedo. Las conclusiones son contundentes: estas ayudas no coadyuvan a la consolidación del empleo estable, incluso logran el resultado contrario al rescindir los empresarios los contratos bonificados cuando pasa el tiempo obligatorio de contratación exigido en la norma. La contratación bonificada dura lo que dura la bonificación y la obligación legal de mantener al trabajador contratado; finalizado dicho periodo se procede al despido que tendrá un coste igual a lo que se ha ahorrado con las bonificaciones y las subvenciones. Resultado: un trabajador con contrato indefinido que se queda al desempleo y un empresario al que no le ha costado nada ese despido ya que se lo ha pagado la Administración a través de bonificaciones y subvenciones.

 

En el fondo, en España, todos deseamos ser subvencionados, como en otros países todos desean ser proveedores de la casa real. La dicotomía entre subvención o responsabilidad individual en el mercado tiene tanta importancia como la buena gestión del erario público. Si no nos gusta que los políticos despilfarren nuestro dinero tampoco nos ha de agradar que se subvencione la iniciativa privada, a la cual no hay que subvencionar, sino dejar trabajar en libertad. La grandeza de la libertad de empresa y del imbatible sistema de mercado estriba en el reparto de los beneficios sin necesidad de ayudas redistribuidoras, siendo evidente que quien ha puesto en riesgo su dinero sea el más beneficiado, pero también el más perjudicado si su apuesta falla. Por eso ni subvenciones para apoyar el inicio, ni subvenciones para evitar el final de una empresa.

 

Algunos de los que nos dedicamos a asesorar a las empresas en el ámbito socio-laboral nunca hemos llegado a comprender la justificación técnica de las ayudas a la contratación más allá del puro objetivo político. Una empresa no gestiona sus recursos humanos en función de las ayudas que pueda recibir, y si lo hace es con el fin de coger el dinero no de estabilizar el empleo como demuestra el estudio de la profesora Cueto Iglesias. La realidad demuestra que las empresas contratan a quienes necesitan y una vez efectuada la contratación se nos encarga a los asesores que busquemos las subvenciones disponibles.

 

Toda empresa es temporal, incluso aquellas con vocación de permanencia y futuro. Toda empresa está sometida a los vaivenes del mercado y al mantenimiento de la necesidad que satisface y puede desaparecer por los cambios de parecer de los consumidores o porque el Estado se entrometa y sea un competidor desleal. Si toda acción empresarial es temporal, por definición todo el trabajo es temporal, aún cuando tengamos un contrato indefinido. Si a esta realidad se la intenta domar con subvenciones obtenidas de los impuestos de los propios trabajadores, al final tenemos el paradigma de nuestro actual sistema: Con los impuestos de la clase media trabajadora se subvencionan a los empresarios que no han sabido gestionar bien sus empresas.

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