Una visión liberal de la inmigración
El siguiente artículo ha sido publicado por el diario La Nueva España de Asturias el viernes 8 de diciembre de 2006.
Por desgracia, en España los liberales escasean. A pesar de ser este concepto político hijo de las circunstancias históricas y sociales de uno de los momentos más importantes de nuestra nación, el debate y aprobación en las Cortes de Cádiz de la Constitución liberal de 1812, hoy en día se ha llegado a tal extremo en la tergiversación y vaciamiento de los conceptos que casi nadie podría comprender qué quiere decir alguien, por ejemplo yo a título individual, cuando se califica de liberal. Un liberal como lo fue el padre Juan de Mariana, Covarrubias, Bastiat, Say, nuestro Jovellanos, Mercer, Hayek, Von Mises, Aron, el recientemente fallecido Friedman, Revel o el más actual y español Jesús Huerta de Soto. Así que, dar a continuación una idea liberal del fenómeno inmigratorio será harto difícil.
Partamos de que la globalización es buena, que en términos generales ha beneficiado a todo el mundo que ha podido acceder a ella sorteando las políticas proteccionistas de Occidente: la PAC, los aranceles, las verjas y los muros. La globalización ha sacado de la pobreza a millones de personas que de otra forma aún vivirían en la más absoluta de las miserias. Para ello puede leerse a Johan Norberg (En Defensa del Capitalismo Global, editado por Unión Editorial), a Bjorn Lomborg(El Ecologista Escéptico editado por Espasa) o a Sala i Martín. No todo está hecho, y quizás no vamos a la velocidad de crucero que deseáramos, pero vamos por buen camino.
Con la globalización, con el libre comercio y la competencia global, nuestra economía, todas las economías, ganan. La libertad de movimiento de capitales y de empresas logra la maximización de los recursos obteniendo el máximo de beneficios para su posterior reinversión en busca del crecimiento de la productividad. ¿Pero? El pero es el tercer elemento clave para todo liberal, la libertad de movimiento de las personas. No cabe que a la libertad de comercio y a la libertad de desplazamiento de capitales no le añadamos la libertad de movimiento del capital humano.
Un inmigrante es un empresario. Emigrar es la mayor acción empresarial que se pude emprender, es invertir todo lo que tenemos, nuestra vida, en un proyecto, un proyecto cuyos beneficios recibe el país de acogida, que si se niega a recibir, se niega a recibir riqueza.
Nadie puede prever lo que sucederá en unas décadas, pero es muy posible que España se convierta en otra nación más, forjada por los inmigrantes como lo es los EE UU, lo es Argentina, Canadá, Australia, etcétera.
Ahora bien, quien esto escribe no desea la inmigración en sí misma, ya que en la mayor parte de las ocasiones el inmigrante es la consecuencia de un sistema económico y/o político fallido. Lo idóneo es el desarrollo profesional y personal de todo el mundo donde cada cual libremente desee, sabiendo que la gran mayoría desea prosperar en su tierra. Pero puestos a reconocer el fracaso de las políticas económicas en determinados países, véase Latinoamérica (con la excepción de Chile, que tiene la economía más saneada gracias a los cimientos puestos por Milton Friedman), o la contención del progreso que las políticas proteccionistas de Occidente suponen para África, es lógico que los más capacitados emigren a los lugares donde se encuentran las oportunidades, aportando a esos países de recepción más de lo que se les puede dar.
Tampoco se pretende aquí fomentar la ilegalidad, no. Al igual que quien desea iniciar una actividad empresarial o invertir dinero ha de cumplir una regla, quien desee emigrar deberá saber qué normas cumplir para acceder con todos los derechos y con todas las obligaciones al país al que se dirige. Y es ahí donde los países con visión de futuro facilitarán las cosas para la llegada de ese enorme capital que son los inmigrantes, los mejores de sus países, los más válidos. Oponerse es tan ridículo y grave como evitar que la gente emigre, tal y como se pretendía en el bloque soviético o se hace actualmente en Cuba. No se pueden poner barreras, ni de salida ni de entrada, al paraíso.
Señores, incluso los ilegales pagan impuestos. Incluso los ilegales generan riqueza para toda la nación.
Por todo ello, en clara sintonía con la defensa de la globalización capitalista, es preciso que nos apartemos de las posiciones demagógicas, ignorantes y en ocasiones xenófobas que se dejan entrever entre las declaraciones de muchos políticos (como representación de los ciudadanos), de todos los colores, y comencemos a comprender que la grandeza de nuestro país en unos años será gracias a quien abandonó su pasado y ha venido para emprender el proyecto de su vida en España.
Se me querrán objetar muchas cosas, la primera el uso gratuito de los servicios sociales, el gasto de nuestro Estado del bienestar, el potencial desempleo, etcétera. Como no hay espacio para todo pero sí respuesta, si este periódico, que a bien me acoge, me lo permite, de ello hablaré en otros artículos.
Las barreras se han de derrumbar. La libertad ha de ser el fin último de todas las políticas. El proteccionismo de hoy es el germen de los conflictos y de la pobreza futuros. Protegernos es matarnos lentamente.
1 comentario
Carlos Bastidas -
Un saludo.
www.powerpymes.com
www.clickbalance.com