Una República de Trabajadores
Ante la avalancha de propuestas “socíales” del Gobierno de España, cuya idoneidad e incuestionabilidad ya lo ha dejado claro “Monseñor Gabilondo”, bien podríamos modificar el nombre del Ministerio de Trabajo y sustituirlo por el de Ocio.
Así, recojo aquí, tras recordarlo el Profesor Efren Borrajo Dacruz, en conferencia impartida en noviembre de 2006 en Oviedo, y publicada ahora por Actualidad Laboral, el artículo primero de la “mítica” segunda república, que no criticaré yo, so riesgo de ser demandado.
Dicho precepto constitucional definía a España como “una república democrática de trabajadores de toda clase”
El Sr. Araquistaín, un convencido demócrata liberal, era defensor, en nombre del partido que ahora gobierna nuestro país, de reducir la definición del Estado a “república de trabajadores” pero el afán, ridículo por cierto, de otros diputados, seguro que reaccionarios, logró introducir los conceptos “democrática” y “ de todas las clases”, al menos para parecer “más europeos”, e incluir a todos los que trabajaban y no sólo a los “obreros”, a los cuales aludirá el resto de la constitución, por ejemplo en el artículo 46, obviando a la "ciudadanía" que no trabajaba: ñiños, mujeres, ancianos, enfermos, etc., que seguro inspiraron la muy azañista Ley de Vagos y Maleantes de ¡¡¡¡1.933!!!!
Aprobada la Constitución, asumidos todos los cargos, una delegación parlamentaria española acudió en 1.932 a la Asamblea General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Las sesiones de trabajo comenzaban a las 9 de la mañana, hora intempestiva para trabajar no hay duda, así que nuestros compatriotas aparecieron a las 11 de la mañana, momento en el cual el presidente de la asamblea aprovechó para saludar a los españoles y advertir al resto de asistentes, los que habían ido a las 9: “ATENCIÓN, YA ENTRAN EN LA SALA NUESTROS NUEVOS COMPAÑEROS, LOS ESPAÑOLES TRABAJADORES”.
El acta de la sesión recoge tras el incidente un escueto: RISAS.
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