Adolfo Galán Salvador y Wagner, Valdés y West.
El debate sobre la primera función de la ópera «Tristán e Isolda», que se ofreció el pasado sábado en el teatro Campoamor, se celebró ayer por la tarde en Oviedo, en el auditorio Príncipe Felipe.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: La temporada ha empezado muy fuerte porque esta ópera y la función que vimos es muy fuerte. El listón de salida se ha puesto muy alto y no cabe quejarse de eso, todo lo contrario. De todos modos, no se debe olvidar que va a ser el punto de referencia para toda la temporada, una referencia, por eso, muy alta.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Ahora lo que cuenta es que acabe bien ya que empezó bien.
ADOLFO GALÁN: El público, al menos en la zona de principal, que es en la que yo estaba, no se puede decir que se manifestase muy entusiasmado. Estaba agotado, incómodo porque no se cabe en esas butacas, muerto de calor... en el segundo descanso algunos comentaban entre bromas que a ver si descubrían de una vez el amor secreto de los protagonistas y se acortaba el martirio del público. Había movimientos de pies que delataban la incomodidad, las butacas con frecuencia hundidas y algunas personas que conozco se fueron en el segundo descanso. Yo preparé la ópera, vi cuatro versiones en DVD -una de ellas con este tenor-, una representación de hace nueve años y el sábado estuvo mejor. Me enfrenté así a algo conocido. Ayudó la escena. Y la orquesta, la OSPA, estuvo magnífica. De todos modos, no sé si esta representación de «Tristán e Isolda» marcará la temporada porque el público ovetense es, sobre todo, italianizante y mozartiano.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Con la programación como la que se está ofreciendo en los últimos años se consigue que determinados sectores del público pierdan miedo a las obras de Wagner o de Britten.
MARISOL BATANERO: El calor y, en general, los inconvenientes de espacio han influido, pero en el patio de butacas y en las planetas, por lo que observé, el público estaba más satisfecho de lo que cabía esperar a priori. Algunos comentaban al salir, admirados, que les había gustado más de lo que esperaban.
ADOLFO GALÁN: La escena me gustó mucho. Los personajes tenían poco movimiento ciertamente. Los actores que salían de blanco, doblando a los personajes, muy bien, una idea acertada. Dieron movilidad y colorido a la escena.
MARISOL BATANERO: La escena es problemática. Una amiga que va a ir a la próxima función y que se preparó mucho, vamos que lo sabe todo sobre «Tristán e Isolda», me preguntó ayer por el barco. Y, claro, le tuve que decir que no sale el barco.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Es una ópera que cuesta digerirla, no es para empezar.
MARISOL BATANERO: Insisto en la escenografía: ¿qué significa esa falda tan grande que preside la escena?, ¿qué sentido tiene?
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: A mí, que conste, la escena no me gustó, no sirve para que el espectador se centre, que debe ser una de las funciones siempre de la escena. No tenían mucho sentido esos paneles con camuflaje militar. No se sabe por qué en determinados momentos se levantan unos paneles ni el sentido de los ángulos que marcan la escena, ni la falda. Ciertamente, todos esos elementos que difícilmente se entienden no hacían daño, no estorbaban el desarrollo de la función.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: Los decorados son parte de la puesta en escena. La disposición de los paneles busca el infinito y es que uno de los sentidos de esta ópera es el análisis del infinito. Eso y los juegos de luces de colores contrastando el día y la noche. El subjetivismo atraviesa la función y ahí tiene especial sentido la pareja de actores que expresan emociones a través de sus evoluciones por el escenario. No son movimientos forzados. La inmensa falda con flores se corresponde con la expresión de la plenitud amorosa. El libreto está montado en dos oposiciones entre el día y la noche y entre la vida y la muerte.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA. Bueno, ni amanecía ni anochecía.
ADOLFO GALÁN: Los amantes sólo quieren la noche, que es cuando efectivamente se aman. La falda centra la iluminación, la luz que sólo es para ellos. Para ellos la noche es la vida y mueren en la luz.
MARISOL BATANERO: El problema es que desde el patio de butacas no ves el suelo del escenario y no ves esa iluminación, ni si es o no es de noche donde mueren.
ADOLFO GALÁN: Ni quizá las líneas rojas en el suelo que marcan la perspectiva de la escena.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Las explicaciones a la escena siempre se acaban encontrando. A cada cual le dice una cosa. Lo que comentáis está muy bien y quizá sea así, pero ¿cuántos lo ven de esa forma? ¿y los que lo interpretan de otra?
ADOLFO GALÁN: Ayudó a la comprensión de la obra y especialmente de la escena la conferencia que dio el director Max Valdés el día antes. Yo no he leído a Schopenhauer, pero seguir la conferencia me ha ayudado a la comprensión, después, de la función. Creo que una ópera en general, y sobre todo si es de Wagner, hay que prepararla antes de ir al teatro a asistir a una función. Hay que estudiarla.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Y es necesario una ópera así verla unas cuantas veces para captar muchas cosas. Eso no quita para que en una función entiendas lo que entiendas y que eso valga y disfrutes.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: La orquesta tuvo un volumen adecuado.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Max Valdés al frente de la orquesta fue el protagonista de la velada. Ofreció una versión extraordinaria. Una música limpia y transparente. La orquesta le siguió y el resultado fue magnífico. No sé con más músicos cómo sería, quizá esplendoroso.
ADOLFO GALÁN: Eran 67, algo corta de contrabajos, como indicó el director. Aquí hemos visto interpretar a Wagner con una orquesta de 110 músicos.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: Max Valdés tenía muy trabajada esta ópera. Y sugirió que se contratase al escenógrafo que finalmente se hizo cargo de la escena. Quería implicarse mucho en este proyecto. El resultado ha sido el que acabamos de ver, muy exitoso. Arriesgó con sus planteamientos y triunfó plenamente.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: La OSPA sonó muy bien y con las dimensiones con que se presentó no puede sonar más o mejor.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: Bueno, nos estamos olvidando del tenor, de West, excepcional. Se notó que siempre, a lo largo de toda la obra, quiso hacerlo bien.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Se entregó totalmente, es cierto, pero asimismo metió dos o tres falsetes que no me parecieron muy ortodoxos. En una voz ancha como la suya no son fáciles los pianos. Al final, al saludar, estaba agotado, se caía a pedazos. En el último acto, tan duro y difícil, no se echó atrás, fue muy valiente.
MARISOL BATANERO: Lo dio todo a lo largo de una función tan larga y en un papel muy comprometido. Triunfó porque estaba decidido a triunfar.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: El público acabó muy cansado, así que cómo estarían los cantantes o los músicos. En su día fue un golpe pasar de óperas de dos horas a óperas de cuatro horas. Wagner logra que los espectadores se entusiasmen con una música tan extensa, con una música que se ensancha permanentemente y que parece no acabar nunca. En el romanticismo se identifican con esas formas porque suponían la música exacta para aquel momento y aquella sensibilidad.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: También se identifican con músicas que son más fáciles.
ADOLFO GALÁN: Las identificaciones son más sencillas con músicas que resultan, por así decir, más pegadizas. Pero de «Tristán e Isolda» cuesta mucho memorizar una melodía y quizá eso dificulte las identificaciones de la gente.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: La orquesta y las voces en Wagner van por dos caminos pero con un mismo significados, con una misma expresión. Hay que conocer las dos, claro, y captar la síntesis.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: Es una música con muchos momentos de carácter descriptivo y no sólo en los que se pueden calificar interiores o de la expresión amorosa entre los dos personajes principales.
ADOLFO GALÁN: Llevamos mucho tiempo hablando de la escena, de los músicos, de los significados y no subrayamos que Wagner tiene una dimensión filosófica que lleva al interior de todas sus óperas.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: En cuanto a los cantantes, creo que a la mezzo le faltaba algo de poder.
MARISOL BATANERO: El barítono tenía una voz bonita.
ADOLFO GALÁN: Y falló el bajo. Al principio entró mal dos o tres veces.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: Falló.
MARISOL BATANERO: Si todos hubiesen estado como el bajo en el primer descanso, se habría ido mucha gente.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Cantaba descuadrado, desafinó y llegué a pensar que no iba a poder seguir, que se paraba. De todos modos, no deslució el conjunto.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: Es que el éxito estuvo centrado en el director, en Max Valdés.
MARISOL BATANERO: Fue la estrella de la noche, de la función.
ADOLFO GALÁN: Y al final sacó a escena al óboe a saludar por su destacado papel solista. Lo hizo todo muy bien.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Ayudó mucho a los cantantes.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: Tenía muy trabajada la obra, estuvo preparándola durante año y medio. Es wagneriano.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Y de Strauss.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: La «Elektra» que hizo aquí fue el referente de la temporada y más aún. Puede suceder lo mismo este año con Tristán. La verdad es que hay un gran mercado para la música en Oviedo, hay público y cualquier inversión tiene un alto rendimiento social. No vendría mal un nuevo teatro que supere estrecheces de escena y de butacas. Hay un deseo, a veces ambiguo, de que Oviedo sea referente en España como se hizo con Salzburgo hace más de cien años.
ADOLFO GALÁN: Sin embargo, creo que esa afición se reduce realmente a unas 7.000 personas en cuanto a la música clásica en general. La ópera es otra cosa, es otro tipo de espectáculo. Los conciertos, por lo general, no se llenan. Y estamos hablando no sólo de Oviedo sino del centro de Asturias, de una ciudad de 800.000 habitantes. De Gijón a Oviedo hay menos en tiempo de desplazamiento que del barrio de Salamanca de Madrid al Teatro Real.
MARISOL BATANERO: Un teatro con más aforo y más posibilidades quizá sea necesario.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: El Campoamor tiene una escena que es la que es. Puedes ganar a cada lado cuarenta centímetros, no más.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA: Y ganar algo de foso.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ: Sí, ampliando el teatro hacia el fondo, pero el ancho es imposible de ampliar.
JOSÉ LUIS SAGARMINAGA. Oviedo es una referencia musical en España y fuera de España, tenemos teatros como el Filarmónica y el Campoamor, y el Auditorio y pronto el Palacio de Congresos. Con otro teatro de ópera no habrá obstáculos para tener aquí los mejores espectáculos del mundo.
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