Bombillas, Chinos, Ecologistas y Globalización.
Publicado en El Norte Económico, mes de septiembre de 2007.
Ser absolutamente coherente en esta vida es imposible. Recele usted de quién le diga que actúa de forma coherente con su forma de pensar, primero porque seguro que piensa poco y repite mucho, y, segundo, porque ningún pensamiento, ni ideología ni estilo de vida es coherente al cien por cien, siempre nos invade un subjetivismo que nos lleva a violar nuestros principios y caer en la incoherencia.
Dudo que los chinos sean muy coherentes con sus políticas, he ahí su país y sus dos sistemas. Tengo para mí que los ecologistas dejan mucho que desear en sus propias vidas, y sino veamos el caso del premiado Al Gore, su jet privado, su mansión y sus minas. Y qué me dicen de nuestra querida Unión Europea. Los colonos yanquis iniciaron una revolución contra la metrópoli británica para evitar ser gobernados por burócratas desde miles de kilómetros de distancia, y, ahora, nosotros nos dejamos gobernar por Bruselas con absoluto dócil entusiasmo, con la certeza de que nada de lo que la UE aprueba entendemos ni queremos comprender ¿para qué?
Solemos destacar la ignorancia de los norteamericanos sobre Europa o Latinoamérica, pero no queremos ver nuestra ignorancia sobre ellos e incluso sobre “nuestra” Hispanoamérica, y lo que es peor, sobre las instituciones que nos gobiernan, algo, que ningún norteamericano desconoce desde los primeros cursos.
Pues bien, una de las áreas más interesantes e incoherentes de la UE es su política arancelaria y de ayudas a los productores y agricultores europeos. Doscientos años de lucha por el libre comercio y ahora tenemos a los “antiglobalización”, ecologistas incluidos, por un lado, y a los burócratas europeístas por otro luchando contra la mejor solución contra la pobreza y las guerras: el libre comercio mundial.
Cómo ser coherentes, cómo querer que los agricultores africanos salgan de la pobreza sino les dejamos vender sus productos en Europa y subvencionamos a nuestros agricultores, menos productivos y más caros. Cómo queremos ayudar a los países del tercer mundo si lo que fabrican paga hasta el sesenta y seis por ciento de arancel para entrar en nuestras fronteras.
Cómo ser coherentes sino sabemos que bombilla enroscar ni cuantos eurodiputados necesitamos para enroscarla.
Precisamente en un alarde de coherencia contra el (¡oh, terror!) cambio climático y la promoción del ahorro energético, la Comisión ha prorrogado los aranceles para las bombillas de bajo consumo provenientes de China a favor de las bombillas de filamento producidas por las fábricas de la UE. En el fondo todo es negocio europeo, las bombillas ecológicas las produce Philips, empresa europea, en China y las de Osram, empresa europea, se producen en Alemania (¿Nuevas Corn Laws?). ¿Qué es más importante: el ahorro energético o la economía alemana?. ¿Dónde queda la coherencia de los burócratas de la UE, que además con estas medidas frenan el desarrollo de China y la salida da la pobreza de millones de chinos frente a la abundancia del estado de bienestar alemán?
Y los ecologistas ¿qué sucede con ellos? Resulta que ahora ellos son los defensores del libre comercio, ellos los que desean eliminar los aranceles que permitirían a los europeos comprar bombillas de bajo consumo a precios más competitivos. Ahora sí, ahora apoyan el libre comercio capitalista, pero siempre después de haber estado a la cabeza de toda manifestación contra la globalización, verdadero motor del libre comercio y de la expansión de la riqueza y los derechos entre todos los trabajadores del mundo.
En economía hay muchas cosas que se ven a simple vista y otras muchas que no se ven, que se han de intuir y valorar con la misma fortaleza que las más obvias. Así Frédéric Bastiat (1801-1850), publicó Lo que se ve y lo que no se ve (http://bastiat.org/es/lqsvylqnsv.html) y Henry Hazlitt (1894-1993), siguiendo sus pasos, publicó Economía en una Lección. Ambos nos hacen ver aquello que a primera vista no se puede ver y que en el presente supuesto es la absoluta desfachatez de los burócratas de la UE, el cinismo de los ecologistas y el oportunismo de una China que no renuncia a la dictadura comunista y se aprovecha de las necesidades del consumo mundial. Por otro lado también podemos ver, sin prejuicios, que sólo el libre comercio y la eliminación de 95 por 100 de los burócratas nos ayudará a acabar con el verdadero problema de nuestro planeta, que no es el cambio climático, sino la pobreza extrema de millones de personas ... y, quizás también, la UE.
Como bien decía Barry Goldwater: “Mi ánimo no es aprobar leyes, sino derogarlas”.
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