Las Excrecencias de Mayo del 68.
Si Nicolás Sarkozy bramó en su campaña electoral contra las excrecencias heredades del mayo de 68, no fue sólo por capricho o posicionamiento ideológico, que también, fue porque en realidad, el mayo del 68 francés, como el italiano, fueron el rebuznar de unos estudiantes burgueses, acomodados, ignorantes y caraduras, que merecieron todo el desprecio tal y como se lo expresó Pier Paolo Pasolini por ser unos pijos que se enfrentaba a un orden democrático salvaguardado por unos policias reclutados entre los pobres.
En esos años, mientras estos hijos de papa, con el judío alemán Cohn-Bendit a la cabeza, precursor de del conflicto al insultar a Ministro de Educación por no dejarle follar en su colegio mayor, como digo, mientras tanto, en la Europa del este, en la Europa colonizada por un Moscú, nunca acusado éste de imperialista por la izquierda, los jóvenes luchaban por la verdadera libertad. Cuando en París se esgrimía el estúpido libro rojo del asesino Mao, mientras se enarbolaba la bandera roja y los retratos de Lenin en los países del este, los jóvenes estudiantes eran detenidos, torturados, juzgados y condenados.
Así, el por entonces estudiante de 25 años Vladimir Bukovski, fue arrestado, 1967, por organizar una manifestación en la plaza Pushkin en defensa de los derechos civiles y la libertad de expresión. Ya en 1963 había sido arrestado por la KGB acusado de posesión de literatura antisoviética y recluido en un hospital psiquiátrico, obligado a someterse a tratamiento. Ahora, 1967, con 25 años era sentenciado a pasa tres años en un campo de trabajo por “actividades antisoviéticas”.
Mientras los pijos franceses se manifestaban libremente por París, inventando frases impactantes pero vacías y estúpidas, animados por los filósofos necios como Sartre, jaleados desde las ventanas por sus abuelas y cenando tranquilamente en su casa, y todo para reclamar un sistema como el que encarcelaba a Bukovski por exigir la libertad que ellos ya gozaban. Y en esas continuamos con un Cohn-Bendit cobrando de todos los ciudadanos de la UE y recordando su amada revolución.
En esos mismos años, 1968 y 1969, en una larga serie de juicios farsa, tan caros al comunismo, numerosos estudiantes e intelectuales fueron sentenciados a penas de seis meses a tres años de cárcel por “participación en organizaciones secretas”, “distribución de publicaciones anti estatales” y otros crímenes. Da la causalidad, señor Conh-Bendit, judío de origen alemán , que esos detenidos en la Europa del este, eran casi todos judíos, y no por casualidad, como tampoco fue casualidad que muchos de los nazis del este acabaron en las filas de los distintos partidos comunistas. Pero ya había dicho Hitler que casi todo el marxismo cabía en su libro Mi Lucha.
Fue tal la desesperación de los estudiantes del este, y en especial de los judíos, que en abril de 1969, en Riga, capital de Letonia, una estudiante judía, Ili Rips, se prendió fuego para atraer la atención hacia el tratamiento que estaba recibiendo el líder comunista moderado y reformista Dubcek por parte de Moscú, ese Moscú idolatrado por los intelectuales franceses, y por los españoles, que aún hoy reclaman a todo el mundo pedir perdón por todo (Iglesia, derecha española, Estado Unidos, etc.) y ellos se escudan en múltiples nombres (ecologistas, feministas, altermundistas, etc.) para disimular su connivencia directa hasta el menos 1989 con Moscú, y en adelante con Castro y compañía.
Entre las muchas idioteces que les podemos leer a los intelectuales comprometidos de esa época sirva como ejemplo las palabras de Sartre en el prólogo a la edición francesa de Frantz Fanon, Los Condenados de la Tierra: “…disparar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, acabar al mismo tiempo con el opresor y con el hombre al que oprime, quedando así un hombre muerto y un hombre libre…”. Y el apoyo a ETA, la “libertad de crítica” que comprobó en la URSS, etc., etc., etc.
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