A vueltas con las prestaciones de desempleo.
Nos informaba (!) el diario El país, el pasado día 1 de noviembre que nuestro país, España, dedicaba la mitad de la media europea en gasto social. La fuente era Eurostat, aunque no sabe bien uno cómo tomárselo.
Lo más destacado, para mí, de la noticia era que en prestaciones de desempleo no estábamos por debajo de la media, sino que superábamos el doble de la media comunitaria. España dedica un 13,3 por 100 de su gasto social a cubrir prestaciones por desempleo.
Llevamos años discutiendo en el ámbito laboral como combatir el desempleo, cómo compaginar las medidas activas y las pasivas. Muchos han visto en las medidas activas al estilo nórdico la solución, pero se han olvidado, como bien dice Norgerg en su artículo, que no somos suecos. Los más continuan abogando por el pago de prestaciones como elemento igualitario, redistribuidor y de justicia social.
La verdad es que la tasa de desempleo en España, además de ser alta, como en tantos otros países y a través de otras tantas instituciones estadísticas, es falsa, al no incluir a infinidad de mujeres, de estudiantes o de inmigrantes.
Son muchos los que a la par que cobran prestaciones efectúan trabajos en la economía sumergida, y son muchos también los que alcanzados los 52 años, sin posibilidad alguna de reincorporarse al mercado de trabajo cobran el correspondiente subsidio hasta la edad de jubilación.
Todo con un único fin, salvaguardar la sacrosanta paz social. Todo en nombre de la justicia social.
Esta nota se puede leer en relación con una anterior sobre el SMI, y valorar si no es mejor tener a la gente trabajando por esa cantidad que el Estado abona (no llega a 400 € al mes) que esperando en su casa y/o trabajando en la economía sumergida.
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