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Mercado de Trabajo

Los fiscales, la construcción y el terrorismo.

Los fiscales, la construcción y el terrorismo.

Indiqué en algún que otro artículo que uno de los males actuales a la hora de debatir y defender ideas es la perversión del lenguaje. Ya nada es lo que era, nada parece lo que es, nada significa lo que queremos que signifique y todo es confuso. Cuando todo es todo no hay nada.

Así, se ha venido criticando el empleo del concepto terrorismo por parte de los gobiernos occidentales para designar las acciones armadas de los distintos grupos que operan en todo el mundo. No son terrorismo las acciones de las FARC, no son terrorismo las masacres en IRAK, no es terrorismo la llamada Kale Borroka, etc. Para ello se utilizan conceptos como insurgentes, rebeldes, gamberros, etc. para no denominar terroristas a supuestos luchadores antiglobalizadores (a pesar de que prefieran llamarse alterglobalizadores).

Pero como sucede con todo ahora las tornas se ha girado y los mismos que criticaban el uso del concepto terrorismo para acciones terroristas lo utilizan para designar todo tipo de violencia, y como todo es terrorismo nada lo es. Así ahora tenemos terrorismo de género, terrorismo en las aulas, y como no terrorismo patronal y por ende en la construcción.

Que en el ámbito laboral se exageren los términos es lógico y coherente con el clima de conflicto permanente que existe entre los intereses empresariales y los intereses sindicales (que nada tienen que ver con los intereses de la economía y/o con los intereses de los trabajadores). Pero que haya sido el Fiscal del Tribunal Supremo coordinador de siniestralidad laboral, José Manuel de Oña, el que haya utilizado este concepto, terroristas de la construcción o terrorismo empresarial, resulta más que sorprendente (aunque ya poco nos pueda sorprender).

Desde hace meses se desarrollan en Asturias las jornadas formativas para jueces y magistrados en materia de siniestralidad laboral, ámbito en el cual se hicieron las anteriores manifestaciones. Se intenta, con muy buen criterio, formar a quienes han de juzgar, en los procelosos mundos de la empresa y de la prevención de riesgos, especialmente en sectores sensibles como la minería, la construcción, el metal, etc. Muy buena iniciativa que debería mostrar un mayor nivel de exigencia intelectual y no caer en arquetipos y declaraciones de cara a la opinión pública.

El sector de la construcción es un sector duro, un sector donde se conjugan muchas circunstancias que lo sitúan en el punto de mira de la sociedad, donde operan los mejores y los peores representantes de una muy variada clase empresarial, desde grandes corporaciones a pequeños negocios familiares. También es un sector donde encontramos a los mejores profesionales junto con otros que adolecen de la necesaria profesionalidad, o que, por su condición de extranjeros, requieren otra atención.

Todo ello nos obliga a rechazar generalizaciones. Ni existe terrorismo en la construcción ni debemos dejar de cuidar que se cumplan las medidas de prevención de forma estricta, por parte de los empresarios como por parte de los trabajadores. La ingente marea legislativa que existe en la materia no ayuda a prevenir los accidentes, más bien dificulta (como ha venido a manifestar alguna sentencia) y ayuda a prevenir la quiebra de las empresas que se dedican a la gestión de la prevención, gestión que en muchas ocasiones no pasa de ser meramente administrativa.

Las amenazas de las fiscalía con penas de cárcel o las prohibición de subcontratas a partir de un cierto encadenamiento no evitarán que los riesgos inherentes al sector desaparezcan.

Sí existen otro tipo de medias, que intentaremos explicar en otro artículo y que podrían ser más eficaces, como permitir el aseguramiento privado del recargo de prestaciones del artículo 123 de la Ley General de la Seguridad Social, evitando de esa forma que las pequeñas empresas se descapitalicen o simplemente desaparezcan para evitar el pago, o permitir a los juzgados de lo social concentrar todo el proceso en caso de accidentes de trabajo (como se indicó en el libro blanco de la justicia) y mostrarse menos rígidos en sus consideraciones a la hora de indemnizar.

Hemos de tener en cuenta que el fracaso es de todos cuando un trabajador pierde la vida. Fracasa la Administración por no lograr garantizar un trabajo seguro y digno como dice la Constitución (que si no dijera tanto…), fracasa la empresa al no velar por la vida de sus trabajadores, y fracasa la sociedad en pleno al perder un miembro y tener elevados costes sociales.

Por último recomendamos a la fiscalía que ponga sus ojos en la propia Administración que es donde existe un mayor incumplimiento de la normativa laboral, en general, y de prevención de riesgos, en particular.

La social-burocracia da lecciones pero no ejemplo.

Contra la Libertad y el Progreso.

Contra la Libertad y el Progreso.

Según la Disposición Final Segunda, del Real Decreto Legislativo 5/2006, de 9 de junio, para la mejora del empleo se autoriza al Gobierno, a que con el fin de profundizar en la consecución de los objetivos a que responde este Real Decreto-ley, y en función de la evolución que experimente el empleo, especialmente de los trabajadores que tengan mayores dificultades de acceso al mercado de trabajo o para el mantenimiento del empleo, pueda introducir, previa consulta a las organizaciones sindicales y empresariales más representativas, modificaciones en el Programa de Fomento del Empleo que se regula en el mismo, tanto en lo que se refiere a los colectivos beneficiarios, como a los incentivos aplicables y a las condiciones exigidas para su aplicación, y asimismo para que pueda establecer programas específicos para mejorar la formación y cualificación profesional y facilitar la estabilidad en el empleo y la reinserción laboral de los trabajadores que hubieran perdido su empleo como consecuencia de procesos de liberalización del comercio y de la globalización.

Esta norma, pactada entre representantes de empresarios y los sindicatos, los llamados "agentes sociales", y que el Gobienro diligentemente ha publicado sin debate parlamentario recoge una autorización al Gobierno (¿quién autoriza, el Parlamento o los agentes sociales?) para ayudar a quienes pierdan su puesto de trabajo a causa de la liberalización y de la globalización, sin más, sin especificar, porque sí, y porque somos más chulos que nadie y estamos en contra de liberalizar y de la globalización o lo que es lo mismo, en contra de la libertad y del progreso.

A qué nivel legislativo tan bajo hemos llegado, que no sólo se usurpa al Parlamento la elaboración de las normas, dejándolas en manos de organizaciones corporativas con mínima representación real, sino que se aceptan normas ideológicas directas en dichas normas, contra procesos globales como la liberalización y la malvada globalización (que sirve para acusarla de todo lo malo: los jinetes del apocalipsis: la Globalización, Israel, EEUU y alguno más).

Por cierto, ¿qué hacemos con los trabajadores que pierdan su puesto de trabajo por causa distinta a la liberalización y/o a la globalización?

Leer el BOE todos los días para encontrarse esto es muy cruel.

A ver cuando tenemos a Johan Norgerg en alguna TV.

Malas noticias para los trabajadores españoles.

Malas noticias para los trabajadores españoles.

Muy malas noticias se han producido estos días. Por un lado nos hemos enterado que el MTAS obligará, cuando se apruebe el nuevo estatuo del trabajador autónomo, a cotizar por riesgos profesionales a los autónomos dependientes (aquellos cuya facturación total dependa, en al menos un 75%, de un sólo cliente) y a los que desarrollen su actividad en sectores de riesgo.

Esta obligación supondrá ingresar en las arcas de la Seguridad Social 600 millones de euros al año. 600 millones que han de pagar los autónomos porque al MTAS se le antoja cuidar de su salud.

Se nos indica en la fuente que da la noticia, el diario 5días, que ahora no están obligados como sí lo están los trabajadores del régimen general. Se olvida indicar el redactor de la noticia  que es en el régimen general, dada su ámplia cobertura, donde existe el mayor fraude por bajas laborales (la IT's, antiguas ILT's) y, en cambio, en el régimen de autónomos, este fraude es mínimo, dado que un autónomo es un empresario que trabaja con el fin de crecer y ganar dinero y por lo tanto no busca excusas para no trabajar. Si ahora se vuelve obligatoria la cotización veremos incrementarse el número de trabajadores autónomos que se quedan en casa, porque nadie paga un servicio para no hacer uso del mismo.

Pero qué esperar de un ministerio dispuesto a ofrecernos "todo lo que necesitamos". Ver carta.

Por otro lado nuestro MTAS, junto con los de Italia, Grecia, Francia y Chipre, todas ellas las economías más modernas y dinámicas de Europa, han decidido, contra el criterio del resto de miembros de la UE, bloquear la posibilidad de que empresario y trabajador pacten una jornada semanal superior a las 40 horas. Gran logro para un páis como España, que se vanagloria de ser el más fiestero, que luego resulta es el que que más horas está en el trabajo (esperando a que marche el Jefe) y que tiene los índices de productividad más bajos. En vez de dejar libertad, se restringe, se coarta, se impone y seguro que se ha impedido a quien ahora hace muchas horas extras, que no le remuneran, ver incrementarse sus ingresos al pactar, en libertad, en contrato una mayor jornada.

Grandes logros los de nuestro país, España, empeñado en limitar las libertades en el mercado de trabajo, en beneficio de unos pocos trabajadores privilegiados y en perjucio de aquellos que desean trabajar, pero que dadas las mútiples trabas burocráticas que se ponen y la carga fiscal existente sobre el trabajo no ven su aspiración cumplida.

Ya lo he dicho en más de una ocasión, la legislación contra los trabajadores.

A vueltas con las prestaciones de desempleo.

Nos informaba (!) el diario El país, el pasado día 1 de noviembre que nuestro país, España, dedicaba la mitad de la media europea en gasto social. La fuente era Eurostat, aunque no sabe bien uno cómo tomárselo.

Lo más destacado, para mí, de la noticia era que en prestaciones de desempleo no estábamos por debajo de la media, sino que superábamos el doble de la media comunitaria. España dedica un 13,3 por 100 de su gasto social a cubrir prestaciones por desempleo.

Llevamos años discutiendo en el ámbito laboral como combatir el desempleo, cómo compaginar las medidas activas y las pasivas. Muchos han visto en las medidas activas al estilo nórdico la solución, pero se han olvidado, como bien dice Norgerg en su artículo, que no somos suecos. Los más continuan abogando por el pago de prestaciones como elemento igualitario, redistribuidor y de justicia social.

La verdad es que la tasa de desempleo en España, además de ser alta, como en tantos otros países y a través de otras tantas instituciones estadísticas, es falsa, al no incluir a infinidad de mujeres, de estudiantes o de inmigrantes.

Son muchos los que a la par que cobran prestaciones efectúan trabajos en la economía sumergida, y son muchos también los que alcanzados los 52 años, sin posibilidad alguna de reincorporarse al mercado de trabajo cobran el correspondiente subsidio hasta la edad de jubilación.

Todo con un único fin, salvaguardar la sacrosanta paz social. Todo en nombre de la justicia social.

Esta nota se puede leer en relación con una anterior sobre el SMI, y valorar si no es mejor tener a la gente trabajando por esa cantidad que el Estado abona (no llega a 400 € al mes) que esperando en su casa y/o trabajando en la economía sumergida.

Desempleo e inmigración.

El 6 por 100 de los ciudadanos que reciben prestaciones por desempleo son inmigrantes. Así nos lo contaba ayer, 26 de octubre, la versión impresa del diario El Mundo. Casí 80.000 ciudadanos extranjeros cobran esta prestación básica de nuestro estado de bienestar.

Dice el PP, según la noticia, que se debe al proceso de regularización pasado. Creo que se equivocan, y que en este tema les puede su lado conservador sobre su lado liberal, aunque desde un punto de vista liberal, estas dádivas estatales no sean bien vistas y con razón.

Nuestra legislación ampara al trabajador que tras un cierto tiempo de cotización, mínimo de un año, pierde su puesto de trabajo. Si los ciudadanos extranjeros cumplen esos requisitos, mientras no se modifique la normativa actual tendrán derecho a esas prestaciones.

Podemos criticar la generosidad de nuestro sistema, y lo hacemos. Recientes datos del Ministerio de Trabajo ponían al descubierno que muchos desempleados tenían nulas posibilidades de acceder al mercado de trabajo y sobrevivían con los subsidios.

Si a todo lo expuesto incluimos el incesante incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) sin tener en cuenta el criterio de la productividad, nos encontraresmo con dos grupos de desempleados.

Un primer grupo son aquellos que comprobando la generosidad de nuestro sistema decidan prestar sus servicios en el mercado negro o economía sumergida, cobrando los subsidios y los salarios, sin cotizar. Esta situación la conocemos bien los asesores laborales que no nos cansamos de advertir a los empresarios de su irregularidad y a los trabajadores de su egoísmo y falta de previsón futura, minorando su carrera de cotización.

Un segundo grupo serán los desempleados con nulas opciones de accceder al mercado de trabajo. Recientes informes del Ministerio de Trabajo demuestran que un elevado tanto por ciento de desempleados no tiene opciones de volver al mercado de trabajo. Estos trabajadores no son atractivos para los empresarios que están obligados a abonarles el SMI sin tener certeza de recuperar ese dinero con su productividad. Proponemos la eliminación del SMI para este tipo de desempleados considerando que es mejor trabajar por poco, incluso por el valor del subsidio que ya reciben, que estar en casa sin hacer nada.

Sería, en definitiva, recuperar el valor del trabajo frente al subsidio.

 

A PROPÓSITO DE LA ÚLTIMA REFORMA LABORAL

De forma sibilina en algunos casos, y descarada en otros, poco a poco se nos ha ido convenciendo que determinadas cuestiones en materia social son irrenunciables para el Estado de Derecho. Cuestiones que nadie se atreve a combatir por miedo a ser tachado, señalado y conceptualizado como un reaccionario. Desde un plano teórico-ideológico la última reforma laboral aprobada por el Gobierno no es la reforma laboral que se esperaba, no es la reforma laboral que nuestra nación española necesitaba, y no es, siquiera, un paso más de evolución progresiva de toda sociedad hacia su último estadio racional que es la democracia liberal. Estas son el tipo de cosas que “no se pueden decir”.

 

Equivocadamente, pero intencionalmente, se nos ha dicho que el liberalismo es sinónimo de capitalismo salvaje, y  a su vez se ha identificado capitalismo salvaje con todo tipo de malas prácticas empresariales. Deberíamos escribir muchas páginas de un periódico como éste para poder explicar todas las corrientes liberales que existen, incluso para dejar claro que el concepto liberal, concepto acuñado en las discusiones de la Constitución de 1812, también ha sido tergiversado por intereses espurios, como tantos otros conceptos jurídicos, económicos y políticos. Liberal en los Estados Unidos de América significa, representa, algo distinto a lo que significa liberal para los europeos. Pero para casi todos, la idea liberal no va relacionada con la defensa de la libertad absoluta de los individuos, sino con la defensa de un relativismo moral. Craso error.

 

La última reforma laboral aprobada por el Gobierno, tras un nuevo episodio del neocorporativismo social impuesto en España bajo el epígrafe de "diálogo social", y que no es más que la muerte de la vida parlamentaria, la usurpación de la soberanía nacional,  de la voluntad popular, por unas elítes mínimamente representativas de la sociedad, pues dicha reforma, impuesta, ha ahondado en los múltiples y complejos errores y circunloquios que tiene nuestro Derecho del Trabajo, un derecho que justificadamente nació para salvaguardar una parte, los trabajadores, que se encontraba en indefensión en una determinada época social, en un determinado estadio histórico que en nada se parece al actual. Ejemplo de que en libertad, bajo el capitalismo, se avanza a mejor, como se puede comprobar en Taiwán, Korea del Sur, Chile, Costa Rica, etc.

 

No hemos de olvidar que las diferencias sociales no son de ahora ni de antes, ni del mañana, y que los estudios económicos en aras a lograr el mayor equilibrio social, que no al igualitarismo reduccionista y discriminador, con el fin de compaginar la moral con la libertad individual, son mucho más antiguos de lo que se piensa. Si para muchos, como antes decíamos, el concepto liberal se ubica en la discusión de la Constitución de 1812, muchos sólo son capaces de relacionar esta forma de entender la vida con la Escuela Austriaca de Economía, o, incluso, solamente osan hablar de liberalismo entre autores anglosajones, ya sean Británicos o de los Estados Unidos de América. Pero pocos son los que tienen claro que los inicios del verdadero liberalismo económico y social, ya que moral cívica y liberalismo económico han ido siempre de la mano, se remontan a nuestra propia historia, a la Escuela de Salamanca y al mismísimo Juan de Mariana, autor de la Teoría del Regicidio; si el Rey, el Estado, no cumple, es lícito acabar con el Rey, es lícito reducir la presencia del Estado al mínimo posible con el fin de interferir lo menos posible en la vida de los súbditos, de los ciudadanos.

 

Nuestro actual sistema democrático, al que quisiéramos poder llamar democrático liberal, se ve cada vez más y más regulado por multitud de normas que coartan la libertad individual y trasladan a las administraciones, ya sean nacionales, autonómicas o locales, la capacidad para decidir por el individuo, por el ciudadano, eclipsado por la masa conocida como ciudadanía. Por eso, yendo más allá, comprobamos como desde distintos flancos de la economía, de la sociedad, de la política, o incluso de la religión, se intenta retrotraer nuestro día a día a la Edad Media estableciendo estatutos particulares para colectivos bien diferenciados anulando los derechos individuales y estableciendo los derechos colectivos, y ejemplos tenemos en Iris Marion Young, y su "ciudadanía diferenciada" y el politólogo Will Kymlicka, dispuestos a tolerar derechos especiales de representación para determinadas minorías. ¿Serán parte de esas minorías los sindicatos y la patronal que en nombre de un pequeño porcentaje de la población han impuesto una reforma laboral a todos los ciudadanos en nombre del "diálogo social" y el Gobierno, de todos los españoles, ha cedido?

 

La reforma laboral que muchos esperábamos, que muchos que nos dedicamos al Derecho del Trabajo esperábamos, iba encaminada a reconocer que nuestra economía, absolutamente globalizada, afortunadamente globalizada por mucho que a eso nos opongamos, requiere de una mayor apertura, requiere de una mayor profundización en las medidas liberalizadoras. Y esto último, liberalizar el mercado de trabajo, no significa dar pasos atrás en la defensa de los derechos individuales y en la defensa de los derechos de los trabajadores, en tanto que son individuos, ciudadanos del estado nacional, significa trasladar mayor responsabilidad a la sociedad, retirar responsabilidad a organismos que se autoproclaman representantes de determinados colectivos y que desde hace mucho tiempo han perdido dicha representatividad. Una reforma laboral de tintes más liberales habría sido aquella que reconociera que los trabajadores y los empresarios, dado el nivel de cualificación que existe en nuestra nación, saben resolver sus problemas sin tener que acudir de forma permanente a leyes que decidan por ellos suprimiendo la primacía del Derecho, la libertad bajo el Derecho (rule of law, freedom under the law) por el imperio de unas leyes (que no Derecho) intervencionistas, de baja calidad técnica y de nula proyección de futuro. A mayor libertad, mayor responsabilidad, a mayor libertad de nuestras economías, incluido el mercado de trabajo, más oportunidades para los países en vías de desarrollo. Interesante, imprescindible, En Defensa del Capitalismo Global, de Johan Norberg, Unión Editorial, Madrid, 2005.

 

El futuro de la democracia liberal pasa por el fortalecimiento de unas instituciones que no tengan el fin de controlar la vida de las personas, pasa por la transformación de nuestras sociedades a través de la desregulación de nuestros contratos diarios, pasa por el fortalecimiento de la responsabilidad individual y pasa por el quebrantamiento de la idea de que social significa necesariamente estar amparados y protegidos permanentemente por el Estado. El liberalismo es el mejor camino para alcanzar la verdadera justicia social cuando los individuos conscientes de su responsabilidad en tanto que trabajadores y en tanto que empresarios saben para lo que se unen, saben el tiempo que va a durar esa unión y saben cuándo esa unión ha de acabar, sin temer unos por el precio y otros por buscar un nuevo puesto de trabajo que no asoma por lugar alguno mientras el Estado todo lo desee tutelar.

 

El fortalecimiento, la rigidez, del mercado de trabajo español, la regulación absoluta de las relaciones laborales de nuestro país o de cualquier otro país de la Unión Europea está llevando inexorablemente a que muchas empresas con posibilidad de movilidad geográfica abandonen nuestras fronteras para situarse en aquellos países que han comprendido que el liberalismo es la única solución para progresar económica y socialmente. Y esta es una de las ventajas de la globalización, las empresas que de aquí se van, se instalan donde antes no había oportunidades de trabajo, siendo interesante estudiar la evolución de las repúblicas bálticas, su proceso de apertura económica radical tras la liberación del yugo soviético, su espectacular crecimiento gracias a la absoluta liberación de los mercados, y como, tras su acceso a la UE, se han visto obligadas dichas repúblicas a instaurar una regulación rígida que ha frenado en seco su crecimiento. Mart Laar, quien fuera Primer Ministro de Estonia en dos ocasiones, la primera con 32 años, ejemplifica bien ese retroceso cuando en las negociaciones con la UE les tuvo que preguntar a sus interlocutores de Bruselas si les dejarían ser, tras entrar en la UE, una economía de mercado o les exigían volver al sistema intervencionista que les había sumido en el hambre más de 70 años.

 

Por otro lado, la defensa de lo social a ultranza en los países occidentales significa, sin ningún tipo de duda, la esclavización, la humillación y el encadenamiento de los países pobres en vías de desarrollo al verse incapacitados a competir en nuestros mercados y con nuestros trabajadores. De ahí, que regulaciones laborales como la última, con el fin legítima de mejorar nuestro empleo, no deben ir por el camino de la solución estatal, ni siquiera cuando lo deciden los sindicatos y los empresarios a los largo de más de un año de negociaciones, para al final, obligar a publicar en el BOE una norma "urgente" y que sólo es un lastre más para nuestro progreso como país occidental.

 

Han sido muchas las jornadas y congresos que se han celebrado para analizar el contenido jurídico de la última reforma laboral, mis palabras han querido analizar el trasfondo ideológico de dicha reforma, y, en ambos planos, se coincide en que no era esto lo esperado. Para unos es necesaria más intervención, para otros, entre los que me incluyo, el ciudadano es suficientemente maduro, en tanto que trabajador y/o empresario como para empezar a regir su vida sin la colaboración ni el apoyo del Estado en cualquiera de sus vertientes; nacional, autonómica y/o local.